Algo de calor.
El teléfono sonaba cando apenas me despegaba las sudadas sabanas del cuerpo y caminaba por el piso de madera a la cocina para alcanzar el escandaloso aparato.
La contestadora atendió, antes (recordaba en una mezcla de sensaciones homogéneas) el cuero con pelo extra y andar en cuatro patas.
Vaya escándalo el que se armo en mi mente cuando escuché las palabras "mi hija está en celo y quería saber si podría prestarme el suyo para que la premiara—maravillosa desconceptualización mal utilizada".
Fue tal mi regocijo que alegre corrí por la casa, brinque y ladre frente a la ventana, hasta que el reflejo de mi existencia en el vidrio me alimento la temida idea de que no había podido llegar al teléfono y que las sabanas seguía unidas a mi piel sudada por la primavera.
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