Diez otra vez
Aquí vamos de nuevo, al
borde de la cama sentados callados, estamos esperando que el reloj marque la
hora de partir, que el reloj le dé la vuelta a la marcha, que el mundo gire de
nuevo a la posición que tenía cuando todo empezó.
Contamos cada día como
si fuera un logro más, cada día cuenta en asenso excepto para aquellos que
tiene la proporción en su contra y los días se van acabando como gotas de un
verano que se convierte en invierno, congelados, fríos, allí está el destino.
Seguimos sentados en la
horilla de la cama, no nos queremos despedir esta tarde ni esta noche, quisiéramos
los dos, (ambos somos dos), a que la noche no llegué a que no termine con su
inclemencia la celeridad de un tiempo que nos ata y nos envuelve en la misma
masa.
La pregunta universal
del existencialismo, ¿La tierra gira o somos notros los que giramos ante ella?
Me imagino un montón de yos dando la vuelta al mundo desdoblando lo que queda en
la tierra en esa forma plana en la práctica y redonda en la teoría y por mucho
que queramos que el tiempo siga siendo una línea nos termina sorprendiendo con
su circularidad, con el giro que da en cada uno de los ciclos.
Ya va siendo
momento de despedirnos, estás en la cama junto conmigo, nos negamos a costarnos
de nuevo a revolcarnos en el espíritu de esos últimos momentos que a los dos
nos hacen tanta falta, pero el tiempo no retrocede y nosotros no caminamos
hacia atrás y aunque el cangrejo lo haga con tal asiduidad nosotros tenemos que
llegar a la aceptación de que el mismo cangrejo vive un mundo que va hacia
delante por mucho que sus pasos lo obliguen a ir hacia atrás
Esta será una dura
despedida, y saber que los dos, o al menos yo, porque todas las historias se
cuentan desde donde estoy yo, y a partir de allí tu dejarás de existir cuando
abra los ojos de nuevo, seré alguien nuevo, claro sin tu peso, sin cargar
contigo, seré alguien nuevo, y allí cuando amanezca cuando vea caer los
primeros rayos del sol me enteraré de que te has ido y que a partir de allí no
volverás a aparecer.
Felices hemos sido, pero
ahora ni nostalgia ni aprendizaje, pues cuando diablos vamos a aprender que la
vida da tumbos y vueltas sobre los mismos ejes y lo único que nos queda es
vivir en el delirio de las vueltas, como un juego de feria sostenerse del
barandal la mayor parte del tiempo, mirar al cielo, sentir el aire pegar en el cabello
en la ropa, izar como la bandera de la nación más egoísta y autócrata que queda
existir pero que al final es una nación, y allí en la altura en el giro
temporal y cíclico, demostrarnos que la vida en su breve existencia tiene la
fuerza para movernos hasta el final de un ciclo más.
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