Sigo sin creer que te hayas ido. En las calles retumban tus pasos y aún se habla de ti, cuando brindamos tiramos lágrimas en tu nombre, sí, de esas de macho enfadado, entonces agachamos la cabeza y vemos al piso hasta que se secan y alguien cambia la canción. Pero qué te digo, borrachos, ¿Buenos o malos? No logramos la revolución, nos quedamos en un intento, quién diría que esa sería la última noche, tu noche. Y ahora cuelgas como un recuerdo de borracheras, pero no para todos, tengo tu foto aquí en el cajón del buró, y cada vez que la miro se me enchina la piel, la sangre hierve, aprieto los dientes y juro que te encontraremos, pero me engaño, así como me engaña el significado de tu muerte, mancho mis días en la espera de una reacción popular —volver a creer—, de que pases de esa media cuartilla que te dedicó el diario del domingo, que regreses de mi recuerdo, toques a la puerta, me abraces y me digas: Amigo, te extrañé.

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