La experiencia de lo no experimentable.


Cruel desidia, el cruce entre cada una de las decisiones que se deben tomar todos los días, tan cruel y efímero que parecería que ninguna de ellas al final importa, que todas nos llevan tarde o temprano al mismo camino. Predicar con la bandera de libertad y libre albedrío una realidad que descansa sobre los pilares de la muerte.
 Toda vida es para la muerte, lo sabemos porque a los demás les pasa o les ha pasado, pero no estamos de ninguna manera seguros que a nosotros nos pasará. Aquí parece la singularidad, la muerte que resulta como la única experiencia del ser que no puede ser comprobada por el ser. Allí radica la particularidad de su pregunta.
Si todo en la vida es experiencia vivida, la muerte es la contra experiencia, o la experiencia de la no vida, siendo de ese modo, la muerte funciona como lo no experimenta o de otra forma lo que no se experimenta.
En algún otro sentido, podría decirse que la experiencia de la muerte es también una experiencia no relatada, si existiese como tal alguien tendría que venir a contarla, tendría que acercarse y develar ante nosotros la sensación de muerte. Pero al ser la muerte el cese de la vida, no hay forma de retornar y mostrar cómo se experimenta la muerte desde el ser. Para ello existe entonces la suposición que al ser la última experiencia consiente del ser es también la única experiencia que se comparte con el resto de los humanos.

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