En el presente.

¿A quién vendo las horas más preciadas?

Esta sociedad de terror en la que nos encontramos, todo de cabeza desde hace años; ahora esperamos en el sofá, jugando Xbox a, que los niños salgan y marchen por frenar el cambio climático.

El asceta moderno se ha convertido en aquel que no tiene redes sociales, que soporta más de una semana sin probar alcohol y no es preso de satisfacciones inmediatas, como un abrazo a media noche, como dormir hasta que salga el sol.

Digamos ahora, que todo vale, los términos en que jugamos son los del precio, el tiempo cuesta, el tiempo se vende y el tiempo se paga, también las horas en que miras televisión, también las horas que pasas mirando la pantalla del celular, cuántas veces has reproducido ya esa canción, el objeto de consumo se convierte en el producto y, ahora más que nunca, somos ese producto de consumo, el producto para el artista, para el músico, para el cineasta, somos el público que compró el ticket para el último concierto desconectado de la banda.

¿Qué nos sucederá? ¿Qué queda gratuito en esta vida?
Sí pasear por las calles a veces se convierte en la aventura de tener que regalar dinero de principio a fin: tirar una moneda por aquí para el señor sin piernas, tirar una moneda por allá para el niño con cara de malcriado, tirar una moneda para la señora que viene del pueblo, tirar una moneda para el tipo con el trapo en el brazo, y eso sólo para comprar la consciencia del buen samaritano, ya que en ocasiones hay que dar billetes para comprar los buenos días y las sonrisas.

Podría concluir, como a la mayoría le encanta hacer, que esta sociedad es decadente y se aproxima a su apocalíptico final. Pero no viví los primeros años de civilización, ni la época de independencia y reforma, qué se yo de decadencia si desde que nací me han metido la idea de que este mundo está por terminarse, me pregunto si ha habido mejor momento que el presente, si ha habido peores escenarios en el pasado.

Ahora que lo pienso más a fondo, si pudiéramos tener una máquina del tiempo no habría tanto peligro por regresar  y cambiar algo del pasado tomando ventaja de nuestro conocimiento, si no, nos veríamos desnudos, desenmascarados por verdades que preferimos olvidar, y realidades que nos esforzamos en seguir alimentando.

Bendito el presente, que nos deja especular.



Comentarios

Entradas populares