Vivir a palos.

Este vacío en el estómago, la fuerza de estar sólo se comprime entre mis manos, mis dedos, me hace sentir un hambre perra, unas ganas de salir corriendo, de joderlo todo, ¿Sabes lo qué es sentir ese deseo? El deseo de no desear nada, la nada, agarrarla por los huevos, ¿Cómo se sentirá agarrar de los huevos a la nada, lo que no es ser?

    Salgo de casa, otra tarde más, ¿Sabes qué se siente mirar a la pared y no ver nada, y luego ver la ventana y frente a ella otra pared, las escaleras que bajan a una calle que da de lleno a una avenida, en la avenida autos que pasan a más de ochenta y detrás de ellos otra pared, la vida, en suma, paredes detrás de paredes más altas, y mirar el muro pocas veces regresa un aire de esperanza. 

    Tomo la pistola, una pistola vieja, no sirve, ni siquiera trae balas, pienso en dispararle a alguien, quiero romperlo todo, mi mujer me mandó al diablo de la casa, mi hija e hijo apenas y me reconocen cuando me ven, si no fueran de cinco y ocho años ya me hubieran partido el culo a patadas, y yo aquí, borracho de odio en una banqueta, con un arma que no sirve ni para dar cachazos, se ve bofa, se desarmaría con un soplido. 

    Subo al autobús, entre codos y cuerpos calientes me deslizo por un atardecer crudo, frio, hoy no salió el sol y amenaza una lluvia, traigo la pistola dentro del pantalón, hasta ahora siento raro que nadie se haya dado cuenta, pienso una y otra vez, si tuviera el mínimo de dinero, al menos monedas, regresaría a casa con juguetes, unas flores para la Mari, dulces, una cena, una cena digna. Pero no puedo, no puedo llevar ese dinero, perdí todo el día buscando algo digno, trabajos mínimos, sueldos de miseria, y yo aquí sudando el sudor de los otros, con ganas inmensas de romperlo todo, aprieto el tubo de acero, quiero golpearlo, hacer un drama, gritar, mis venas se hinchan y yo quiero gritar. 

    El tiempo pasa, autos en filas interminables me detienen de mi destino, cualquiera que sea, la Mari no me dejará entrar, será como ayer, como el día antes de ayer, y yo cada vez me parezco más a un indigente, si le hubiera hecho caso a mi tío o a mi madre que repitieron tantas veces: "eres un inútil" "no sirves para nada", pero me negué y aquí estoy, con una familia que no puedo -putas- alimentar, buscando trabajo entre los escombros, apestando a miseria entre los miserables, unas ganas inmensas de romperlo todo, si acaso la fuerza o las armas fueran suficientes para cambiar el peso sobre mis hombros, llevar pan, dinero, dignidad. 

    Suena el primer tiro en el aire, yo rio por dentro, "Saquen todo" grita una y otra vez, mi quijada se traba, ms puños se aprietan y su bolsa que vaga flotando como una nube, recorre el pasillo hasta llegar a mí, entonces me grita "pon tus cosas ahí" y yo que no tengo nada cargo la bolsa, me doy cuenta que por fin la agarro de los huevos. "¿No oyes?, imbécil" dice con los ojos afilados, su cuerpo tosco y lleno de cicatrices se descuelga por los tubos del autobús hasta pararse frente a mí, sus ojos sobre mis ojos, su frente sobre mi frente, el arma clavada en mi estómago "Pon tus cosas o te mato aquí mismo". 
    
    Que felicidad -pienso, un poco de sol se asoma para dejar ver la horilla de un atardecer que vence las nubes, y yo con unas perras ganas de destruirlo todo y sus ojos en los míos, mis dos manos sosteniendo la nada y esa nada sostiene el último trozo de dignidad que me queda. Sus ojos se resbalan a los lados, al suelo, al techo, cualquier otro lado donde no se vea a sí mismo, me arrebata la bolsa y se baja de inmediato. 

    Una bolsa vacía y la cerveza banquetera tibia, el sol me pega de lleno en la cara mientras sigo aquí, sentado  escarbando esperanza en el muro de la avenida, esperando el momento de tener el valor de mandar esto a la mierda, romper el vacío, destruirlo todo.

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