La transfiguración de los hechos.
La idea de entrar de mensajero no
había sido mía, ya Humberto lo había planeado, ya todo estaba planeado y yo ni
por enterado, que mal que al final lo supe, que al final parecía que todo
cuadraba, pero no cuadraba, no durante el verano.
Humberto, como vagos
presentimientos comenzaba a notar que había algo de extraño en Carmen (su novia),
ella no se comportaba como era normal, y yo decía —no te engañes, no puedes
amar a dos personas al mismo tiempo.
Y así fue, lo nuestro comenzó a
hacerse más notorio después de que compartimos un par de clases en la facultad,
ella sabía bien que no podíamos vernos cuando Humberto estuviera en la escuela,
pero aun así quedábamos para un lonche, para tomar un café juntos en esas frías
mañanas en las que se va helando de apoco el cuerpo, desde los pies hasta el
cerebro.
Aquella tarde, antes de las
vacaciones de verano Humberto, Carmen y yo quedamos para almorzar. Mientras nos
encontrábamos en la mesa esperando que trajeran las bebidas le comenté a los dos
que ya había conocido a una chica, una rubia de la clase de Calculo, y que a ella
parecía gustarle, que la invitaría a salir en verano, no ahora, ahora tenía que
concentrarme en los finales.
Los dos se veían bastante
callados, al parecer tenían algo más importante que discutir, yo lo supe
entonces, Humberto había notado lo de Carmen y yo. Hermano —dijo Humberto
—tengo un trabajo para ti, algo de mensajero en bicicleta por la ciudad, eso te
ayudara a que tengas algo de dinero para invitar la rubia a salir. Yo me quede
en silencio por un instante, no miré a Carmen para nada, la cara de Carmen
apuntaba hacia la mesa, como niña regañada. Entonces agradecí a Humberto por la
idea, le dije que lo haría, el me dio un par de números para llamar por la
tarde he iniciar el trabajo, yo sabía de qué se trataba todo eso, pero no
entendía por qué no estaba furioso si es que ya se había enterado.
Comencé el trabajo, los primeros
pedidos fueron los más complicados, con trabajo encontraba las direcciones,
pasé más de la mitad del día buscando las calles, siendo perseguido por perros
y algunos supuestos ladrones. A la semana siguiente, luego de abandonar la idea
de que Carmen y yo siguiéramos frecuentándonos y ya que la chica rubia no
existía, me resigné por completo a que ese verano fuera bueno, yo no sabía lo que Humberto planeaba,
hasta entonces lo desconocía.
Alguna vez Carmen me había
hablado sobre las fantasías que tenía, una de ellas era convertirse en grupie
de una banda de rock-garage, la otra era hacerlo debajo del agua, y muchas
otras aventuras, que hasta ese momento me pasan como excentricidades sin importancia,
quizá por eso olvidé una de las más importantes y la que me salvaría de todo
ese embrollo.
Esa tarde tenía que entregar unos
discos de música, acetatos para ser exacto. Toqué el timbre y una voz borrosa
me indicó que pasará, así que subí los ocho pisos por las escaleras, al final
sudado y agitado toqué a la puerta, abrieron a penas un poco la puerta y me
indicaron que dejara los discos sobre la mesa. En mis dos semanas como
repartidor no me había pasado algo así, pero como no era un experto en la materia
me decidí por entrar. La casa se veía bastante iluminada, una sala de piel
color beige y una mesa de vidrio adornaban la sala principal, me acerqué a la mesa
de vidrio que era la más próxima a la entrada dela casa y coloqué los discos, una
voz me llamó desde la habitación y me indicó que los dejará en la mesa que estaba
dentro de la habitación, como la escena ya era bastante extraña y yo no tenía
nada más que perder más que la aventura, me decidí a ir hasta el cuarto.
Allí estaba ella, Carmen desnuda,
amordazada y atada de manos y piernas a al acama, todo ello me pareció
extrañísimo, luego pensé en Humberto y que todo era un sucio truco, intenté
correr a la salida sin más, pero un brazo me detuvo, lo vi entonces de frente,
ese rostro tan bien parecido y que al mismo tiempo me causaba mucho terror, era
Humberto que me miraba fijo a los ojos.
Me explicó entonces que aquello
era un truco, que Carmen le había pedido aquella escena como parte de su
reconciliación.
Quisiera olvidar lo que sucedió después
de eso, no puedo, hasta ahora no pudo, he dejado las materias que teníamos
juntos, los evito a toda costa, no los miro más, no sé si Humberto se enteró
que Carmen y yo éramos muy buenas amigas, o si Carmen se dio cuenta que
Humberto no le interesaban más las mujeres.
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