Breve sobre la seriedad.
La vida nos demuestra que tanto el cambio como el absurdo a
través de la vida son una constante inalterable.
Desde pequeños tenemos una intuición de la seriedad, que sin
lugar a dudas ataca como una de las máscaras del carácter. En ese conocimiento de
la seriedad nos damos cuenta que el ser incluidos y molestados durante el juego
es un ataque serio a nosotros, a nuestro ego. Es entonces la seriedad algo
intrínseco al ser humano, que después se racionaliza y se mezcla con otras
actitudes dando por resultado la consideración de lo serio.
Lo serio entonces se mezcla con ideas como lo que preocupa,
lo que se va, lo que no se puede conservar, puesto que lo serio se contrapone a
lo lúdico —no se juega con lo que se toma serio— pero siempre hay una delgada
línea que se puede saltar, y entre lo serio y lo lúdico hay un espacio tan
diminuto, un espacio donde sólo el absurdo puede resolver las cosas.
La pena y el dolor, la gloria y el éxito, todos ellos
adquieren su importancia en la seriedad con lo que se les toma; si extraemos a
los grandes logros y penas del ser la idea de seriedad, si giramos el
significado al grado de entender que todo resulta absurdo ante la muerte y ante
la desaparición de la conciencia en este y todos los universos posibles, la
idea de la seriedad se pierde, entonces la vida y las cosas que se quieren a
través de ella resultan efímeras, tan efímeras como el paso del tiempo, como un
tiempo anterior y uno posterior.
Lo que preocupa en todo esto no es el grado de seriedad que
se da, porque se tiene que otorgar la seriedad en un afán de reconocimiento, y
es allí donde se inicia la dinámica. El incremento del ego en el ser depende
casi en su totalidad por la seriedad que se otorga lo que se hace. Aquí es
posible hacer una separación entre aquellos que entienden lo serio como algo
interno, basados en sus creencias —siempre respaldadas por un grupo social— y
aquellos que obtienen el grado de seriedad del grupo que los rodea —que al
igual determina una creencia, una cultura activa—.
La confrontación de la seriedad y el absurdo siempre juegan
un equilibrio, a mayor cantidad de absurdo menor cantidad de seriedad, y
también, menor importancia se le otorga a la vida propia. Y en otro sentido,
cuanto mayor se ala seriedad mayor será el peso que se le dé a la vida propia
(o de otros).
Y al final, siempre al final, el absurdo resulta la última
de las constantes. El ser humano podrá hacer de la tierra una utopía, o podrá
destruirla por completo, pero en el último de los días, allí donde la última de
las conciencias muera, el universo mantendrá sus leyes, los planetas seguirán girando,
y en la tierra —como la tercera roca en el sistema solar— seguirá girando como
el primer día.
Nota: No te tomes el absurdo de la vida demasiado enserio.
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