Resaca.

Jugamos a ser viejos, encantados por la "madurez", seducidos por las responsabilidades, la vida tendida tras el mostrador de vidrio y nosotros con los billetes en las manos.

Nos conocimos en el tiempo de las cerezas, cuando la gente marchaba con aires de libertad a un futuro mejor, ahora nos vemos en los espejos matutinos, en la superficie de una taza de cafe, en las clases de piano, mientras cerramos los ojos por la noche, en los brazos de una luna sospechoza y complice del tiempo que ya no avanza para nosotros.

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