Procedimiento.

La cama desierta, las cobijas sobre el suelo, los zapatos rotos rondando silencios absolutos. De la inhóspita caída de las motas de polvo se desprende un aullido; inevitable mirar el librero.

El oído se acerca hasta que el espacio entre el aullido ahora murmullo y la sensible estructura auditiva se va convirtiendo en una fina cortina de ilusiones; nunca pensó en tomarlo, pero lo hizo, luego de él una cadena interminable de preguntas surgieron para llenar su habitación con los colores de incógnitas que destruyeron progresivamente sus sentidos hasta convertirlo en letras rondando el silencio.

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