Revoluciones fallidas.

La seducción se colaba entre alambradas de un fuego irresistible a la pasión, cada brazada lanzada, cada palabra pronunciada en son de grito, cada protesta se incorporaba al pensamiento global, había que quererlo desde el fondo y pedirlo de manera salvage.

Alguien lanzó la primera priedra sabiendose responsable, otro acompaño con una consigna, luego los gritos, múltitudes corriendo confundidas, al final una estela de humo prevalecía en aquel lugar, la revolución fracasada volvía esa noche a la cama, en busqueda de un nuevo encuentro y con la esperanza de lograrse en  amor a una verdad.

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