Sin contradicciones.

El presente como esa masa pegajosa en las manos, súbito encuentro con lo fortuito, y aquello imperecedero que supera a nuestros deseos, del arte de llamar con la planta de los pies cada calle, cada plaza, cada hemiciclo. No callan los perros en las calles, no silencian las bocas hambrientas sobre la acera, el presente no llama al cambio, no transforma, pues el presente es el tiempo exacto que te toma pronunciar la palabra, en el cual das el paso, no puedes transformar el mundo en el presente, no puedes tampoco prescindir de él, aceptarlo, malformarlo con las manos, pero nunca se despegara, nunca dejará de ser esa masa que presume erroneamente de tener una forma concreta.

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