De lo que se ve, y lo que no es.

Cuando el momento, que por ser es único, se disfraza de rutina, el asombro en lo ordinario se vuelve el tedio de cada lugar y cada acción.

Cuando el instante, que por ser es invaluable, se disfraza de espera, la suma de ellos se vuelve en tiempo para una causa, la vida entonces, se convierte en causa para otra vida.

Cuando el despertar, que por ser es un regalo, se convierte en la jaqueca de una resaca, el amanecer es el reflejo del desprecio por la propia vida.

Cuando al anochecer, que por ser visto es, llega sin una sonrisa dibujada en los labios del espectador, se vuelve un anochecer que desgraciado traerá otra pesadilla y no la nueva oportunidad de un amanecer.

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