mundo de locos


Un espacio pequeño, diminuto, del tamaño de la demencia humana, es el que divide la idea de que el mundo y no uno mismo, está loco.

¿De quién es la locura?

Se puede decir que uno mismo es el que está loco si todo el mundo está de cabeza, si uno es el que guarda dentro de su mente la verdadera racionalidad, la última de las ideas que pueden justificar que todo está de cabeza; y cuando nadie la comparte se dice que el mundo está inmerso en su locura, que el mundo está enfermo y uno es el que está despierto.

Y si pasa al revés, si el mundo está contigo, si alguien aparte del reflejo en el espejo sustenta y apoya lo que dices, es entones que no se estás solo y que la locura no le pertenece al mundo, sino a aquel debatible, contra el que se busca la lucha, el que piensa distinto.

Pese a la cotidianidad con la que las personas se vuelven locas nos encontramos con aquellos universos posibles donde los grupos de choques enloquecen, donde no sólo hay uno, sino un pequeño puñado de locos peleando contra otros locos, que a la vista de un tercero son llamados locos… Hasta que en un alto reflexivo se llega a la conclusión de que todos, en absoluto, están locos.

Entonces se emprende la carrera por la justificación, uno desde su trinchera comienza a racionalizar, a ejecutar análisis a compartir aquel descubrimiento —con tintes de verdad— de aquí para allá, con vecinos y amigos, en las redes de comunicación, publicamos en cualquier medio “nuestra verdad” la única verdad que nos cabe en ese momento: la locura mundial.

Un día alguien de mente abierta se encuentra con tu idea y cobra suficiente sentido que decide apoyarla, entonces se une un tercero, cuarto, hasta que por fin la voz ha viajado y ocupado tantas mentes que se comienza a popularizar. Si tienes suerte, algún día alguien se levantará ante tu idea y serás un lunático, un enfermo y dedicará el tiempo suficiente para encontrar los motivos de tu error.

A veces es tan delgada la línea que separa la locura personal de la locura universal, entendiendo entonces que todas las locuras, quizá sean incompatibles entre sí.

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