Mi oscuridad
Entre todas esta es la oscuridad a la que menos le temo.
Porque esta oscuridad no me defraudará, porque sé que tras esta oscuridad se
ocultará otro tiempo y de ese otro tiempo nos formamos. Somos tanta materia
como tiempo, imagina en nuestra juventud si pudieras observar y tocar todo el
tiempo que nos forma, estaríamos engordados de tiempo, repletos de él; luego al
paso de los años veríamos como vamos perdiendo peso de tiempo, como se van
cayendo los días como hojas y de poco a poco nos queda menos.
Sí fueras un economista te podrías dar cuenta que el tiempo
es capital, que el tiempo no se puede recuperar, pero tampoco se puede medir y
tampoco se puede ver como alas cayendo de tu espalda.
De entre todas las oscuridades ésta podría ser a la que
menos le temo. Vivimos en un cuarto oscuro, esperando a que alguien llegue y
encienda la lámpara, que nos diga en qué estamos fallando y qué estamos
haciendo mal, estamos esperando la habitación tenga una gran vetana por la cual
escapar, pero es posible que no haya ventana y la habitación esté condenada por
la eternidad a ser oscura, con pequeños destellos y velas; imagina pues que le
tuvieras miedo a ese desconocimiento, que quisieras las velas de la incertidumbre
disfrazada de conocimiento, o esos pequeños destellos que nos engañan con la
supuesta verdad.
Por eso de entre todas, esta es la mejor de las oscuridades,
a la única que no podría temerle, esta es la oscuridad que limpia y purifica, la oscuridad sobre la que se
pueden dibujar sueños, la oscuridad que si alguien iluminara sería una
habitación repleta con las cosas que yo he querido ver, con las cosas que yo he
metido aquí sin que nadie se dé cuenta.
Entre todos los tipos de oscuridad ésta es la que más
aprecio, la que más quiero, la única a la que no le temo.
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