Des madrugados

Ya como a las dos venía ese humor a descosido, el limbo tragando lentamente cada acción.

Entre las tres y las cuatro la energía se iba perdiendo, entonces abrir una nueva lata y preguntarse por todo, hasta llegar al momento en que alguien tendría que contestar a que hora despertar del letargo del trabajo.

Ya como a las cinco me sorprendió, era ese reloj mentiroso que me mostraba una medición incorrecta, el salto de minuto y minuto, el sin sabor de viajar de las tres de la mañana a las cinco de la tarde, poseído por un aire de máxima sorpresa me senté a ala luz de la ventana contemplando primero el brillo del atardecer, para luego lanzar una mirada a lo profundo del reloj y darme cuenta de que tan solo eran las siete de la mañana, luego miraba a la ventana y el frío matinal me hacía retroceder.

El tiempo paso, cuando volví de lleno a la cama con la idea de dormir, resultaba que era demasiado tarde, la alarma me decía otra vez que el día acababa de empezar.

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