Vendimia.

Mira a los niños, recuerda al perro que se encontró antes de llegar a casa, la lluvia que caía sobre su pelo escurrido, y una cantidad infinita de lástima.

"Nos venden esos sentimientos, como nos venden una bolsa de papas o el refresco de Cola, no te creas la lástima". le decía un colega del trabajo, pero fallaba al intentar creerlo.

La noche termino como cualquier otra, arropando cuerpos delgados en medio de una noche helada, luego viene la hoja en blanco, querido señor­—decía en voz alta—hoy dejo tu misericordia. Camina hasta la esquina de la casa, ese hotel de paso para cucarachas, en donde toma un vaso de agua llenado del grifo, de un solo trago le viene la idea—hoy te vendo el alma por una vida mejor.

Y luego?— pregunta su colega intrigado.

Pues nada, que en verdad lo pude disentir, fue como si alguien me destapara los ojos—mientras movía hábilmente la mano que ahora le pesaba por el "rolets", y le continuaba diciendo con un brillo imperdible en la mirada— todo era cuestión de soltarse un poco.

Ahora alguien cruza la calle pensando en salvar a esos dos niños en medio de la lluvia.

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