Hablemos por hablar.

Los ricos no sufren,no, ellos nunca, chasquean los dedos y tienen comida, aplauden al aire y aparece una lemosina, ellos no sufren para nada. Por las noches cuando pegan duro la cara a la almuada les retuerce algo en el estomago, la mayoría de las ocaciones es una indigestión fácil de solucionar, pero hay otras ... en otras hay un órgano dentro que les hace pensar en la escoria repartida de propia mano, la infelicidad sembrada a cada billete mal repartido, a cada sonrisa y carcajada esbozada de propia boca, lo saben, porque lo viven desde dentro, porque sus miradas jamás podrán esquivar un espació lleno de pobreza, la marginación de las plazas centrales del primer mundo, de la tierra que pisan, de la comida que es llevada a sus mesas, del veneno dentro del intestino que por la noche se les retuerce.

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