La furia de los perrros muertos.

Debe ser una broma- murmura devolviendo el móvil al bolsillo.
Avanza lanzando sus pies uno tras de otro, el calor desde sus muslos hasta sus piernas a la par de los neumáticos sobre la avenida; se detiene unas cuadras adelante, mete la mano en el bolsillo.

Una hora, esto no puede ser cierto - dice casi gritando; sin soltar el móvil comienza a trotar, corre dos cuadras más, repite el procedimiento mirando incrédulo la hora.

Sudando llega a la plaza central, las aves, la gente,los niños con el juego del trompo, la tarde llegando, el colapso del tiempo acercándose y a nadie pareciera importarle.

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