Por no venir.

No llamó, reservo sus palabras para la carta depositada en el buzón postal de la avenida 10-d, inadvertida olvidó al arrojar el sobre dentro de la caja metálica, que el caduco servicio postal constaba sólo de un cartero encargado de entregar la propaganda y los avisos de embargo, así las letras enmarcadas en tinta azul pastel, el dibujo de la niña y los doscientos pesos del interior sobreviven exentos en otra dimensión en espera de aquel tiempo soñado en que los carteros tomen las calles, las cartas sean entregadas a sus destinatarios, y las llamadas telefónicas pierdan el valor imprescindible que los ilusionados suelen otorgarles.

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