Circulos de maiz.

Nada se puede lograr sentado sobre el pupitre mirando de frente al pizarrón.

Poco puede idear alguien que programado con un largo dictado todas las tardes aprende de memoria.

Qué pasado es posible concebir cuando se reescribe a cada tanto, que futuro es su resultado, siguiendo una marca de memoria deleble.

El dedo que se postra sobre lo escrito en la pared del recuerdo para tirar fuerte hacia abajo es el mismo que aplasta el espiritu de los miserables, la mano que tapa el grifo del que viene la saciedad, la calma al delirio.

Los pobres de conciencia son el resultado de la mano que cubre sus bocas evitando el grito del desahogo.

Pero no hay alguien más fuera, una fuerza comprobable que intervenga en la liberación individual, es la farsa colocada por decisión personal, la falta de energía, la calma pasiva, la complacencia, el conformismo, el dedo que de nuevo apuntala sobre nuestras cabezas para no dejarnos levantar, dedo que proviene de nuestra misma mano, que se mueve por decisión de nuestro cerebro, que es aplastado por el dedo ...

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