Sobre el muro.

Desde cuándo la habitación se volvió una colección de cuadros viejos, hasta cuando voy a tolerar verlos allí, impotente yo, amarillentos aquellos que no representan un sueño o un recuerdo, que sólo están allí postrados sobre la pared blanca, y yo queriendo quitarlos sin moverlos en lo absoluto, voluntarioso y sin voluntad, pretendiendo que es mejor ser yo quien tolere su existir sobre la pared, y no el resto del mundo sobre una pila en el sanitario público.

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