De las formas del odio.

He huido demasiado del rostro del odio, me he intentado esconder en cualquier sitio, sobre los escombros de mí mismo, sobre la escusa, sobre el tiempo mismo, me he intentado esconder y renunciar a hacerlo mio, a querer su forma y dejarla escapar de mí, porque el odio es una voluntad abnegada y roída que busca en situaciones enojosas y fastidiosas la oportunidad de escapar, sobresalir, escaparse al aliento mismo, tomar la forma de uno, volverse del control, la forma del odio se apropia de cuanto cuerpo transgrede y sumerge en su fuerte capa, en su manto protector, porque el odio y la furia que trae con sigo son ciega realidad, pero cuál realidad, la realidad del dolor de lo intolerable, de lo que debiera permitírsele experimentar por más tiempo, y el dolor, aunque acusado tantas veces, es y debería tomar esa forma de fuente protectora, defensora, de confidente y liberador, aún en la posesión de su energía, el odio debería ser enfocado, abrazado hasta agotar su energía, y así, un odio racionalizado ser el generador de un amor irracionalizado, que apenas nacido espera a ser racionalizado y entonces multiplicado.

Porque allí en su última y misteriosa forma, el odio también puede volverse amor.

Comentarios

Entradas populares