Un suspiro del universo


Lo que hace el último humano en el mundo. ¿Qué hace el último humano en el mundo?
Por algún lugar, muy remoto quizá encontraría una trasmisión de radio perdida, el internet aún sostiene con la energía los grandes servidores, la trasmisión wifi aún existe en la mayor parte de la tierra y todos los contenidos son el presente aún existente de la humanidad, allí dentro miles de fotos de otro mundo, no de este desierto donde se encuentra el último humano de la civilización.
Se pregunta si es que en algún lugar de la tierra otro habrá sobrevivido a la hecatombe, tiene todos los aeroplanos de la tierra a su merced, si tan sólo supiera usarlos, tiene todos los autos y las carreteras libres, cientos y miles de carreteras con estaciones de combustible, ahora puede visitar los monumentos y museos de la tierra entera, viajar de la muralla china, recorrer los templos hindúes, navegar en los mejores yates, conseguir cualquier cosa de las tiendas. Es el último de los humanos en la tierra o al menos eso cree.

Cansado de todas las posibilidades y aún sin explorarlas todas se pregunta por su existir, ¿Por qué es el último humano sobre la tierra? ¿Habrá una última pareja para él, alguien con quién repoblar la tierra, una voz más allá de las millones almacenadas en la redes?

Duerme en una mansión, conduce un auto de lujo a máxima velocidad y se pregunta qué hará el mundo ahora que se vaya, esto parece un desierto de piedra y vidrio, de torres gigantes inhabitadas.
De las viejas revistas de la mansión, una tarde como todas de aburrimiento, recoge la noticia de una bóveda terminada de semillas; próximo destino Slvalbard.

Al llegar, el último de los humanos, encuentra la bóveda. Su primer encuentro es una gran puerta blindada con un sistema de seguridad de última tecnología, lo último que se ha desarrollado. Para nuestra sorpresa el último humano del mundo encuentra la puerta abierta, apenas la empuja y ésta cede. Camina los inmensos pasillos. Clasificados en latín encuentra cierto lo que leyó en el baño de la mansión, miles y miles de semillas almacenadas, prácticamente se podría reconstruir la vegetación del mundo con ese compendio.

Triste se da cuenta que quién planeo eso pensaba en un escenario distinto, pues afuera las grandes capas de nieve impedían a toda costa poder sembrar algo, era infértil, era blanco, un desierto como el resto de la tierra.

Entonces regresó por un tráiler, gigante, fueron semanas de ardua dedicación para poder llevar las semillas hasta un lugar mejor, sus conocimientos limitados de botánica le sugirieron una temporada y una larga planicie de miles y miles de hectáreas para reproducir toda la vegetación, el último hombre del mundo no tenía mayor salida a su alcance.

Pasó diez años en total sembrando y cosechando los primeros resultados de las semillas, se empeñó en dejar por muchas partes de Europa la siembra de tantas y tantas plantas.

Una vez que hubo sembrado un continente entero de todas las posibilidades, de toda la vegetación, vio justificada su obre y justificada su vida.

El último humano sobre la tierra tomó un revolver, de esos aún quedaban bastantes, lo dispuso entre los incisivos y un estruendo rugió en medio de un atardecer hermoso.

A la distancia la última mujer del mundo escuchó el estruendo, corrió en dirección al estruendo. Sudada y exhalando esperanza se postró frente al cuerpo del último de los hombres. Allí la mujer se detuvo a ver las enormes parcelas, de las manos polvorientas y astilladas del último humano del mundo tomó el revólver. Destapó el tambor del revolver, el viento agitaba su cabello como una bandera, sólo una bala quedaba —aunque millones sobraban en el mundo—, cerró el tambor, colocó en la sien. El cielo se abrió a la par de un estruendo, las primeras gotas de lluvia caían sobre la tierra, la tierra giraba alrededor del sol, el sol de la galaxia, la galaxia en la vía láctea, la vía láctea se postraba en un universo para el cual la existencia humana sólo habrá de ser un suspiro.

Comentarios

Entradas populares