Costumbrismo.

El trabajo que cumples todos los días, el lugar al que llegas, la ropa que vistes, los amigos, la tarde, el transporte, la mañana, los ruidos, la noche, el insomnio, despertar temprano, y ahora un poco de alcohol, música, tendrás algo en la mano, la aferrada idea del deber ser.

Ahora das la vuelta a la hoja, despiertas un día, en la completa normalidad de tu vida, lo corriente, el costumbrismo, y te das cuenta, por que claro que te darás cuenta, de que estas cosas no se acercan a la vida perfecta, lo que sueñas, lo que deseas, el respiro que obtienes una o dos veces al día, crees entonces que todo vale, que todo vale, por un simple instante de respiración.

Niegas estar en un desastre de humanidad, niegas que es el infierno materializado, niegas cualquier cosa que vaya más allá de la idea de que esto no sirve de nada, de que estas navegando en círculos alimentando el deseo de otros, enriqueciendo a otros, matándote y muriendo por otros y no es una muestra de tu amabilidad.

Ahora tiras los dados de la suerte, vuelves a despertar en la misma cama, aunque tus sueños escapan, aunque tus días se acaban.

¿Vale la pena seguir?

Dar un paso afuera y comenzar a correr nunca ha sido más fácil, nunca ha sido más imposible.


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