Una ventana

Fuimos suscritos desde niños, y sin querer. Luego de grandes culpables por no abandonar cuando conscientes eramos de aquella equivocación.

Fuimos vigilados desde pequeños, y no engañados, que había algo de conciencia, que decirnos disfuncionales e improductivos parecía ser una gran ofensa, cuando debimos entender que en aquellos años era nuestra más grande virtud.

No negamos que aquellos adultos tuvieran el poder, pero tampoco ellos pueden negar que destruyeron nuestro mundo, no por su inacción o por desperdiciar las oportunidades de retornar, sino, porque nos criaron a nosotros con ese infantil carácter, a ojos cerrados, empuñando un revolver contra el porvenir de los años.

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