El partido que gobierna.

Hipócrita coloca la cinta en su frente, camina por las calles contoneándose y canturreando una verdad adoptada de facto, casi de culto, gustoso y tranquilo porque el suelo debajo de sus pies parece no derrumbarse jamás, porque el auto en que viaja es más seguro que las calles solitarias de la noche, de las que revive sueños de comics, leyes aplicándose, porque no enciende la televisión publica; y no entiende este mundo como tú y como yo, donde el último en salir cierra la puerta, donde hay que hablarle a una maquina de circuitos y plástico porque no hay quien te escuche, y hay que colocarse un par de auriculares para dejar de escuchar el sufrimiento, el llanto en las calles, en donde él vive su propia realidad muy distinta a la nuestra.




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