Hueco estomago, cabeza llena.

No tardó en pensar en él. Tampoco tardó en verle entrar en esa puerta justo como se imaginó. No tardó en recibirle con brazos abiertos, ajustarle fuerte a la medida una dieta balanceada, por aquello de aprender de los errores.

Llorando la última noche cuando él partía de improvisto desvaneciéndose, pues no tardó en recordar que no dejaba de ser sólo eso, su fantasma.

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