Como una canción.

Espléndida palabra mencionaste con tus ojos prendidos al techo, te observé esperando dijeras algo más, en vez de eso dejaste que el sol te bañara, yo miré tu rostro, el lunar bajo tu barbilla, la sabana que cubría tu cuerpo.

Entonces me acerqué, en un aire que iba de la ansiedad al deseo, aquel que sin razón me llevaba hasta tu rostro, así de cerca, más de cera soltaste en un susurro, me abalance hasta tener tus labios como el más próximo de los objetivos, liberaste un suspiro, tus ojos brillaron, giraste tu cabeza y de tu pelo un arco iris de olores se mezcló con tu aliento, mis labios chocaron con tu cuello.

Reíste burlonamente, tu cuerpo saltaba con cada exhalación de eso que me gustaba llamar felicidad, reí, me tiré de la cama, la carcajada duró minutos, hasta que callados lejos uno del otro, supimos que no había por qué seguir llamándonos por nuestros nombres.

Y me pregunté si era la luz del día, o tu brillo.

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