Cuánto cuenta contar lo incontable.

Cuanto vale un suspiro,la cama o el olvido vale la noche, un beso, un cariño; cuánto vale la palabra acertada, el atino en la idea o perseguir tus ojos un largo rato hasta saber que piensas.

Cuenta el tic-toc por el bostezo provocado por un bostezo, provocado por otro bostezo, provocado por el eco de un bostezo, que viene del recuerdo del primero en bostezar que no fue más que el último en hacerlo cuando el tic-toc contaba.

Se detiene la música, la cama fría espera lejos, el beso desplaza al cariño que pronto se vuelve olvido, no para quien lanza el último suspiro dirigido al dueño de ese bozteso, que traga con fuerza las manecillas de un par de ojos quietos, envueltos en pensamiento, cubiertos con la idea de quien acierta una sonrisa justo cuando la palabra lo amerita.



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