No vamos de auténticos.

Una personalidad auténtica es aquella que no evade la posibilidad de ser desnudada bajo un comentario, una acción o una mirada; la que en el claro de su develación pierde el interés por demarcarse, puesto que la acentuación propia en su ejecución realiza el trabajo de diferenciación, deslindando de sí cualquier tendencia, cualquier influencia; la personalidad auténtica no busca el reconocimiento, no requiere de afirmación bajo la comparación con el otro; una personalidad auténtica nace de la virtud en el trabajo propio, el dolor de la desolación, el aprendizaje de sí mismo, la aceptación del yo.

Una personalidad auténtica jamás se reconoce a sí misma como tal, ya lo es, no requiere confirmación alguna.

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