La sala de espera.



Cuando estamos juntos, cuando somos lo único que tenemos, no de frente sino por el resto del tiempo, entonces nos miramos en una sala de luces blancas, respiramos juntos el uno al otro, un frio terrible que viene desde afuera nos hace estar más juntos, hombro con hombro, entonces clavamos nuestros ojos en ese otro, el único otro que nos puede salvar de la desolación. Yo miro su pelo largo resulto en capas, ella mira las cicatrices en mis manos, me sujeta los dedos, regreso la mirada a sus ojos enrojecidos, y lo sólo le escucho decir: vamos, ya es hora. 

Dentro de la sala, la gente vestida de negro, saludamos a algunos, personas de rostros que vagamente se recuerda, y que da la casualidad que después de tanto tiempo sigue, digámoslo así, con vida. Me acercó al cajón que descansa sobre la cama de flores, ver quién estar ahí es más un deber que un gusto, así me acerco hasta el vidrio, y lo único que puedo ver es mi rostro, en esa extrañeza de identificarse entre el resto, como escuchar la grabación de tu propia voz por primera vez.

La luz entra por las cortinas blancas, casi transparente, me despierto entre sudor y desesperanza, confundido aún miro a mi alrededor para darme cuenta que no puedo identificar el cuarto en el que me encuentro, no aún, pero con la capacidad para saber que aquello era solo un sueño. A mi lado se despierta ella, la chica de mi sueño, la reconozco y confundido le pregunto cómo fue que llegamos a esa habitación, ella comienza a hablar sobre un sueño. Me creerás que soñé contigo, estábamos en una sala, los dos, afuera hacia frio, entonces tomaba tu mano, y te decía que entráramos, había gente llorando, vestidos de negro, y una caja en el centro reposando sobre unas flores, yo no quería ver lo que había adentro, pero tú me acercabas de la mano, y entonces al ver el vidrio, me daba cuenta qué... ella hacía una pausa intuyendo que yo tenía las siguientes palabras, le dije que ya no podíamos seguir haciéndolo, vernos no es buena idea, dije, tomamos nuestra ropa y salimos cada uno a distintos momentos.

El resto del día caminé sin un rumbo específico, llegué tarde a casa, me metí en la cama sin decirle nada a mi mujer, ella ya roncaba y yo tenía que empezar a dormir.

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