La ducha.



Debajo del agua nada como sirena. Braza tras brazada se oculta el esfuerzo en cada uno de los tejidos de su brazo. Sale del agua, toma su toalla, desprende los lentes, el gorro, se seca el cabello y camina hasta la regadera. La sirena ahora está lista para deshacerse del traje deportivo, abre la regadera el agua comienza a escapar desde lo alto. 


Los risos sueltos de una  chica rubia se desprenden desde la entrada de los vestidores, la sirena la mira fingiendo que cada una se encuentra en un universo distinto. Risos se quita la falda, la sensación de viernes se despliega desde el suspiro que suelta casi bramando ente el vapor de las regaderas. Risos no tiene miedo de mostrar su cuerpo desnudo, primero es la trusa, luego el sostén, de los dos se despide soltándolos en el suelo. Sirena mira la ropa caer antes de que el cuerpo desnudo muestre esa forma esculpida por horas de gimnasio. 


Risos camina mirando al frente, Sirena intenta no verla, desvía la mirada hacia el jabón, luego éste cae al suelo, la excusa perfecta para desviarse del tema, para ocultar el latido acelerado, la taquicardia efusiva. 


La intimidad las delata como las únicas mujeres entre aquellas regaderas apagadas. Risos camina poniendo su mirada en las caderas morenas de Sirena, se gira, pone la mirada sobre el azulejo, la coladera o el suelo. Entonces la regadera de se enciende. Habiendo tantas posibilidades están ellas dos vecinas de bañera. Sirena traga saliva, pone champú en sus manos y cierra la regadera, se enjabona el pelo, la espuma se desliza por sus senos, cae hasta el vello púbico mientras Risos se remoja el cuerpo. Entonces Risos lanza una sonrisa, pesca la atención completa de Sirena que muestra los pómulos enrojecidos, Risos se le pide jabón y Sirena le extiende la barra, Risos se cuela hasta el cubículo de Sirena y le toca la espalda con el jabón y hace espuma sobre tras su columna, con las manos acaricia las caderas y las nalgas de Sirena que se ha dejado perder con los ojos cerrados por la espuma. 


No es el calor de la bañera, es un gotear de feromonas, Risos se agacha para enjabonar las piernas de Sirena, sube por la pantorrilla, rodea su entrepierna, introduce su mano en la profundidad de la espuma, su lengua, sus dedos, la piel de Risos se funde con la de la Sirena.

Una de las cuatro manos abre la llave, el agua cálida cubre los dos cuerpos, los labios que se cruzan, Sirena suelta un ligero grito, un sus piro y las dos quedan atrapadas en gemidos suaves.

Sirena empuja a Risos, le pregunta qué está haciendo, Risos se aleja y la mira con una extensa sonrisa —vine por el jabón —contesta y regresa a su cubículo, abre la regadera y deja que Sirena se marche entre el vapor, que vaya a casa, que la olvide las cosas un día más.

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