Letras para un anuncio de motos.



La CBR1000 rugía entre las madrugada, por las calles vacías las luces pasaban en un espectáculo intermitente. Luego de tragar varios kilómetros de calles en luz roja la CBR se detuvo frente al local de luz neón.

Allí estaba de nuevo, la luna se había movido de un horizonte a otro, el sol amenazaba con salir, la niebla en creciente asenso desde las alcantarillas, un camino hecho de nubes hasta la casa. El rugir de la CBR marchaba ahora con esa silueta en el asiento de atrás, las curvas de un corazón de mezclilla, los jeans y el cuero del asiento se amarraban como por naturaleza.

En el estacionamiento no hubo necesidad de cerrar la cortina del garaje, el motor aún caliente, en el horizonte el sol comenzaba a salir, los cuerpos se levantan comienzan una nueva danza, primero ella arriba, de trusas y cintura húmeda recibía los tronidos de labios carnosos, el motor hacía sudar el cuerpo oscuro y tierno de una piel que se unía a la piel del asiento, se pegaba y despegaba, desde el asiento hasta el volante; cambio de posición, ahora suben los dos, un rugido sale de ella tan parecida a la CBR; ella grita, las luces de la calle se apagan, el sol imprime el perfil de sus curvas sobre la pared del garaje.

La CBR, ella y él salen a la calle, se pierden en el horizonte, son uno, son todo, son un rugir en la carretera.

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