Las caras de Gloria.

A diferencia de lo que se podría pensar Gloria no es una mujer, tampoco un objeto, una ciudad o cualquier tipo de forma tangible, Gloria es un ente inexplicablemente pegado a todos.

Fuera de toda descripción que temiblemente caería en la exageración, me detengo a pensar en las caras de ésta. Por ejemplo:

La figura esbelta de una delgada línea (bidimensional) plegada en la esquina superior derecha de un cuadrado, llegando el punto exacto en donde se puede indagar hasta el fondo de él luchando intensamente con la estrechura de la unidimensionalidad y salvaguardándose en un túnel cuadrimencional para sentir la primera de sus caras, una expresión de lo incomprensible que puede ser el tiempo.

La pertenencia a un conjunto, que se completa con el conjunto contrario al cual no corresponde pero al que necesariamente pertenece por omisión, puesto que si éste perdiera su existencia también el conjunto al que ella pertenece y, ese al que tú mismo perteneces, perdería la existencia también, siguiendo y continuando con esa lucha entre el ser y no ser, esa pelea titánica por el resto de la discontinuidad o la inexistencialidad.

Una luz a la que no se llega, un intento de movimiento estático de lo que no se puede ver, porque no se puede sentir, porque no se puede escuchar, porque no se puede probar, porque no se puede oler, porque no se puede asegurar, porque se sabe que existe y existió, pero simplemente no se puede comprobar.


Y los cientos de rostros caprichosos con los que se juega las cartas Gloria, delatora de verdades falsas, mentirosa aceptada por sí misma, choque de líneas paralelas, dueña de palabras indefendibles.

Nota: hablo en femenino para no perder el respeto.

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