La noche de la derrota.

Conduciendo a casa, el camino y esa masa de luces navegando por las calles vacías de esperanza,  le da por pensar que esos navegantes siempre tienen destino, él si tenia algún destino era no llegar jamás, solía sentirse perteneciente al camino, y desde temprano andar por andar, dejarse ir con los pies hacia lo que fuera, doblar en la primera esquina, siempre esperando no llegar, como siendo parte de las calles y el paisaje, pero esa noche...

Esa noche dobló en la glorieta camino al centro, y un clavo se atoro entre su neumático y el pisó, sonó a estallido, a que el camino paraba justo debajo de un faro amarillo que apenas y le permitía ver el suelo de piedra. Y ya no había remedio, entonces todo pensamiento es transportado a la cajuela y a la llanta de repuesto, una llave para desarmar cada tuerca y de cada tuerca brota una gota de sudor, el gato levantando con crujidos el auto, y la llanta que sale para ser repuesta por otra.

Encendió el auto y giro el volante, salió de nuevo al camino y sintió quedarse con el aire de ese neumático, sintió dispersar su esencia como humo de escape y mezclarse con esa nube de navegantes.

Aun sigue esperando a que llegue de nuevo el camino, pues desde entonces un destino lo persigue inevitablemente.

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