Monólogo de una pesadilla sin recuerdo

Es difícil explicar cómo uno puede regresar de la nada, es más, ni siquiera yo sé definir la nada.

Un día se está conduciendo a 150 km por hora en una autopista, un auto te brinca encima, sientes un gran golpe y se cierran los ojos, y de pronto zas!!!, frente a una mesa de billar sosteniendo un taco y un puñado de caras mirándote como si fueras el mismo dios en persona. Una sorpresa me invadió, era lógico pensar que yo ya no era yo, o que de alguna forma me había teletransportado, pero cómo.

Disimulé por un rato, el tiempo suficiente para entender donde estaba y a donde era posible huir. Salí caminando sin pedir permiso, entre las demás mesas de billar, atravesé por el humo de confusión, vapor de que emanaba de las bocas de aquellos sujetos, golpeé el hombro de un tipo de larga barba (y esto comenzaba a sentirse como una mal parodia televisiva). 

Nervioso, metido en una cabina sanitarica intenté razonar; a ver, fui a tomar con Gloria, corrí a ponerme el disfrás, y luego con las sandalias de pollo conducí hasta la casas de Estef, raro, porque yo salí en aquel momento, y entonces ... alguien golpea la puerta y hay que salir de nuevo.

Agua en el rostro, la cantidad necesaria para poder despertarse, lentamente el agua se disipa de mis ojos, es entonces cuando noto de frente el espejo que  me acosaba, lo seguí desde la punta inferior, lugar empañado en el que únicamente es posible reconocer los tres colores básicos, subo lentamente mientras la imagen se aclara, justo cuando atino mis ojos al centro del espejo me doy cuenta que no es mi rostro el que se refleja.

Y me fui, caí y mientras el espacio entre el suelo y mi cuerpo disminuía la nubosidad de mis ojos llegaba al borde del blanco,— fue un retrete lo que se estrello en mi nuca —pienso, mientras observo a mi alrededor y cuento la enorme cantidad de gente que uno se puede encontrar en un supermercado, sé que es 31 de octubre, sé que esta gente viene a comprar, lo único que no se es en que cuerpo e venido a caer esta vez, y quizás estas letras que siento escribir con la mente en el aire son el reflejo del otro lado del espejo que las lee.

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