El siempre y la nada.

Siempre viene la nausea cuando a ojos cerrados me doy cuenta del camino que falta; siempre viene la pena cuando hay que dar la cara como quien tiene el saber y no pasa de aprendiz; siempre trae el insomnio a las bestias, al puedo ser feliz, a la invitación de comer arándanos, tomar "tea" por las mañanas, andar en bici hasta la escuela, estudiar un Sábado por la noche, preguntar al otro por mí, siempre del olvido de mi juventud, de un año que no recuerdo haber vivido, y le digo que lo siento, le pido me disculpe; pero siempre trae la virtud de esta pena una nausea a la que no puedo dar la cara y ser feliz, a la que [me/te] destroza una madrugada de Sábado; lo siento -dice ella antes de pedir un recuerdo prestado, lo siento -afirmando que no recuerda ni un solo momento.

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