No hay espera que valga.

Oh, que equivocado estaba cuando pensé que esperabas del otro lado.
Qué tan imbécil fui para sentir tu mano como la soga que me llevaría fuera del agujero.
Oh, cuánto he llamado a tu puerta sin notar mi degrado, sin saber que es la equivocada, porque tú saliste riendo, me observaste temblar en la penumbra de la noche, bajo la puerta de madera de una casa abandonada, reíste disimuladamente, acariciaste mi brazo, y luego tu boca se abrió -es la puerta equivocada, tonto -te marchaste y cerraste justo antes de que yo pudiera entrar.

Qué tan herido he de estar ahora, que acepto tu existencia como una enseñanza inconclusa, como el fantasma de un pensamiento muerto, de algo que soy yo hablando conmigo mismo, un yo que ve cada noche cerrarse una puerta distinta, la misma que le obliga a seguir adelante.

atz

Comentarios

Entradas populares