Práctica Esperanza.

Aquella mañana se posó en la cúspide de la montaña, blasfemó una y otra vez, maldijo a su omnipotente, condenó a su patria corrupta, recriminó su sangre plebeya, se arrodilló y con furia deseó la muerte de toda su raza, una y otra vez las palabras salían de su boca con saliva amarga, con un rencor incontenible. 

Exhausto recostó su cabeza sobre una piedra, al cabo de algunos minutos una mano tocó su hombro, el hombre ni siquiera intentó levantarse, entonces una voz fría y sin acento habló -muy bien, ya perdiste la esperanza, ahora puedes empezar a vivir.

Se incorporó de un sobresalto, miró  a su alrededor sin encontrar al dueño de aquellas palabras, un silencio en el horizonte confirmó su sospecha, postrado sobre el punto más alto de su pueblo miró el mundo como nunca lo había hecho antes.

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